La Santidad Hoy…

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Por: Manuel Acevedo Garita | Tiempo de Lectura: 3 minutos.

El mes de noviembre inicia litúrgicamente con la Solemnidad de Todos los Santos, que pasa muchas veces desapercibida porque casi todos los focos están puestos en el día siguiente, día de la Conmemoración de los Fieles Difuntos.

En el trabajo de las redes sociales de la parroquia hemos querido durante este mes dar énfasis a tres temas: la Santidad, la Patria y la Oración.  Estos temas se pueden relacionar fácilmente en nuestra vida cristiana, haciendo vida la santidad a través de la oración y dando testimonio de ella en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. 

1. ¿QUÉ ES SER SANTO?

Ser Santo lo vemos muchas veces como algo que no podemos alcanzar, pero la santidad es sinónimo de bienaventurado, dichoso, feliz (Mt. 5,1-13). La santidad es el don de Dios que colma todas las aspiraciones humanas; es la plenitud de la vida cristiana que consiste en unirse a Cristo, aprendiendo a vivir como hijos de Dios con la gracia del Espíritu Santo y viviendo la perfección en el amor.

La santidad, consiste en unirse a Cristo, en vivir su misterio, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La santidad se mide por la presencia que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya, reproduciendo su “imagen” nos diría san Pablo. (Rm 8, 29)

2. ¿QUIÉN PUEDE SER SANTO?

“Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena” (Lumen Gentium n. 40).

Como hemos leído la cita anterior del Magisterio de la Iglesia, la santidad es una vocación universal, es decir, dirigida a TODAS las personas. El mismo Dios nos ha dicho: “Seréis santos, porque yo soy santo” (1Pe 1,16) y su Hijo nos lo ha recordado: “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo” (Mt 5,48).

3. ¿CÓMO SER SANTO HOY?

Para ser santo es necesario acoger libre y humildemente la gracia de Dios y dejarnos transformar por Él.

No se trata de hacer todo bien, de ser perfecto, sino ir alcanzando metas; luchando para vivir cada día más unidos a Dios, de que toda nuestra actividad, nuestros pensamientos, nuestros deseos se ordenan según el mandato de Jesús que nos enseñó: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 37).

Este mandamiento resume la santidad cristiana, y los medios para alcanzarla los encontramos en la Iglesia, en ella está depositada la plenitud total de los medios para la salvación. Es en ella donde conseguimos la santidad por la gracia de Dios, que nos viene dada por la Palabra y los sacramentos.

Es decir, Dios nos va guiando para alcanzar la santidad.  Seguir Su voluntad, Su camino, requiere de la ayuda de la gracia, ya que el hombre, por sí solo no puede, nos los dice repetidamente en sus homilías el P. Manuel A. Díaz. La gracia se adquiere a través de los sacramentos: el Bautismo, la Eucaristía, la Confirmación, la Confesión, el Matrimonio…Pero debe haber un cambio radical, no considerarlos como algo meramente social, sino como una verdadera experiencia de la gracia del Señor.

Para vivir el primer mandamiento, el del amor. La vida del cristiano que quiere alcanzar la santidad tendrá como brújula el amor, el amor sincero hacia Dios y los demás, iniciando en la familia. Este amor, se materializa en la oración: la comunicación permanente con Dios, que nos empuja a servir al prójimo antes que a uno mismo

Podemos ser santos siendo conscientes cada día, de que el Espíritu Santo está allí para ayudarme a no seguir en la rutina de mi vida, haciendo cosas que no hieren o molestan a nadie, sino todo lo contrario, saliendo de mi comodidad y rutina, siendo el que quiere cambiar, haciendo obras concretas que construyan y edifiquen en mi entorno.  Necesitamos ser reconocidos en nuestra Iglesia, en nuestro país como colaboradores/constructores de la vida, de la verdad, del amor y de la paz.  Más que nunca ahora en estos tiempos, en que nos necesita nuestra patria.

Cuando miro hacia atrás la historia de mi vida, siento que he sido un privilegiado de Dios al encontrarme con SANTOS que no llegarán a los altares, pero que dejaron una huella imborrable de santidad.  Entre ellos Obispos, Presbiterios, Religiosas, familias, catequistas, misioneros.. Ser santo es luchar por el bien común de todos y renunciar a nuestros intereses personales. ¡Al país le urge vivir la santidad!

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