Por: Manuel Acevedo | Tiempo de lectura: 7 minutos
Los caminantes de Emaús. En el boletín del mes de septiembre ya hemos escrito sobre este bellísimo relato que sólo aparece en el Evangelio de San Lucas, aunque san Marcos menciona también, brevemente, que Jesús se apareció a dos discípulos que iban de camino a una aldea (Mc 16, 12).
Por su belleza, significado e importancia, este pasaje es, entre las narraciones de apariciones de Jesús Resucitado, uno de los más conocidos y de los que más enseñanzas ha dejado en relación con el modo de interpretar la Sagrada Escritura y acerca de la Eucaristía.
El mensaje del Papa Francisco para la 97ª Jornada Mundial de las Misiones que se celebró el domingo, 22 de octubre 2023 y cuyo tema es “Corazones fervientes, pies en camino” se centró en dicho Evangelio. Este tema se inspira en el relato de los discípulos de Emaús que estaban confundidos y desilusionados, pero que, gracias al encuentro con Cristo, volvieron a ilusionarse y se pusieron en camino hacia Jerusalén para anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente.
El Santo Padre ha subrayado en el mismo algo que es profético para los acontecimientos que estamos viviendo en el mundo: «hoy más que nunca la humanidad, herida por tantas injusticias, divisiones y guerras, necesita la Buena Noticia de la paz»
1.- LOS CORAZONES QUE ARDEN
Al inicio del capítulo 24 San Lucas menciona que el primer día de la semana fueron las mujeres al sepulcro a llevar los aromas que habían preparado (Lc 24, 1). Así que cuando inicia esta narración “aquel mismo día”, se refiere al domingo en que Jesús resucitó.
El Papa medita en el mensaje sobre tres aspectos: los corazones que arden cuando Jesús explica las Escrituras, los ojos abiertos al reconocerlo y los pies que se ponen en camino. Meditando sobre estos tres aspectos, que “trazan el itinerario de los discípulos misioneros, podemos renovar nuestro celo por la evangelización en el mundo actual”.
Recordando el pasaje de los discípulos de Emaús, el Papa subraya la iniciativa del Señor “de acercarse a los suyos y de caminar a su lado. En su gran misericordia, Él nunca se cansa de estar con nosotros; incluso a pesar de nuestros defectos, dudas, debilidades, cuando la tristeza y el pesimismo nos induzcan a ser “duros de entendimiento”, gente de poca fe”.
Cabe suponer que los discípulos de Emaús iban intercambiando tristezas, tremendamente desanimados porque las cosas no habían sucedido como esperaban. Consideremos que dejaron todo por Jesús: sus casas, sus familias, sus proyectos. Lo acompañaron durante meses o años, no solo porque lo creyeran un gran Maestro, sino porque estaban convencidos de que era el Mesías anunciado desde antiguo por los profetas. Y como su visión de Mesías era la de un salvador político, que guiaría al pueblo a liberarse de los romanos, unificaría a las tribus de Israel y establecería un reino como el del rey David, al verlo aprehendido, condenado, humillado, crucificado, muerto y sepultado, sus propios sueños y esperanzas quedaron sepultadas también.
“El Señor resucitado es cercano a sus discípulos misioneros y camina con ellos, especialmente cuando se sienten perdidos, desanimados, amedrentados ante el misterio de la iniquidad que los rodea y los quiere sofocar”, ha remarcado el Papa en su mensaje. Francisco ha expresado su cercanía “a todos los misioneros y las misioneras del mundo, en particular a aquellos que atraviesan un momento difícil […] El Señor está siempre con ustedes y ve su generosidad y sus sacrificios por la misión de evangelización en lugares lejanos”.
Se ve que hablaban, discutían, ponderaban lo que había pasado, tratando de hallar respuestas. Estaban buscando, y Jesús prometió que quien buscara encontraría (Lc 11, 9) y no los dejó defraudados. Se dejó encontrar por ellos. Sucedió lo último que hubieran imaginado, que de pronto se les uniera precisamente ¡Aquel del que venían conversando!
El Santo Padre nos pide dejarnos encender nuestro corazón por el Señor a través del encuentro permanente: “nos ilumine y nos trasforme, de modo que podamos anunciar al mundo su misterio de salvación con la fuerza y la sabiduría que vienen de su Espíritu”.
2.- LOS OJOS SE ABRIERON
Tras reflexionar sobre “los corazones que arden”, el mensaje se mueve hacia “los ojos que se abrieron y lo reconocieron al partir el pan”: “El elemento decisivo que abre los ojos de los discípulos es la secuencia de las acciones realizadas por Jesús: tomar el pan, bendecirlo, partirlo y dárselo a ellos. Son gestos ordinarios de un padre de familia judío, pero que, realizados por Jesucristo con la gracia del Espíritu Santo, renuevan ante los dos comensales el signo de la multiplicación de los panes y sobre todo el de la Eucaristía, sacramento del Sacrificio de la cruz”.
En las apariciones referidas por Lucas y Juan, los discípulos no reconocen al Señor a la primera, sino sólo a consecuencia de una palabra o de una señal. El propósito divino era revelarles gradualmente al Resucitado, a través de las Escrituras y de la Fracción del Pan. De este modo sus ojos se abrirían, recobrarían no sólo la vista, sino la fe, y superarían su falta de fe.
Estos dos discípulos se habían quedado como tantos católicos en el Viernes Santo, para ellos Jesús estaba muerto y habían cerrado su mente y su corazón a cualquier otra posibilidad. Y nos pasa mucho, que a Jesús no se le reconoce cuando se tiene cerrado el corazón, cuando uno no está dispuesto a encontrarlo en el camino, a descubrirlo en ese desconocido que se nos acerca, en ese hermano con el que convivimos.
“Es necesario recordar que un simple partir el pan material con los hambrientos en el nombre de Cristo es ya un acto cristiano misionero […] partir el Pan eucarístico, que es Cristo mismo, es la acción misionera por excelencia, porque la Eucaristía es fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia”, escribe el Papa en su mensaje.
3.- LOS PIES EN CAMINO
Jesús Resucitado tiene que ser en nuestra vida una explosión de gozo que no comprendemos por la tristeza que vivimos. La tristeza surge siempre de la ceguera, aunque con frecuencia se piensa que es a la inversa. No es que estemos tristes porque no veamos; es que no vemos porque antes ya estamos tristes. Al menos estos caminantes tienen una cierta razón para la tristeza: creen que Jesús está muerto. Lo malo es quienes seguimos tristes a pesar de que lo creemos que esta, ¡Vivo!
El Santo Padre reflexiona sobre “los pies que se ponen en camino, con la alegría de anunciar a Cristo Resucitado”: “No es posible encontrar verdaderamente a Jesús resucitado sin sentirse impulsados por el deseo de comunicarlo a todos. Por lo tanto, el primer y principal recurso de la misión lo constituyen aquellos que han reconocido a Cristo resucitado, en las Escrituras y en la Eucaristía, que llevan su fuego en el corazón y su luz en la mirada. Ellos pueden testimoniar la vida que no muere más, incluso en las situaciones más difíciles y en los momentos más oscuros”.
Esta tercera imagen de los “pies que se ponen en camino” recuerda la validez perenne de la misión que el Señor resucitado dio a la Iglesia de evangelizar a cada persona y a cada pueblo hasta los confines de la tierra. “Hoy más que nunca la humanidad, herida por tantas injusticias, divisiones y guerras, necesita la Buena Noticia de la paz y de la salvación en Cristo”.
4.- EL COMPROMISO DE LA MISION
Cuando se lee e interpreta la Sagrada Escritura con la ayuda de Jesús, cobra vida, nos habla al corazón, nos hace sentir que lo que dice ahí, fue escrito especialmente para nosotros. Jesús sigue hablándonos en el camino. Está siempre con nosotros. La cuestión es si estamos nosotros con Él, si nos damos la oportunidad de escucharlo.
Qué importante es compartir con otros nuestra experiencia de fe, eso es misión. Lo que hace arder nuestro corazón. “¿No estaba ardiendo nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (v.32). Los discípulos reconocieron que ya desde que venían de camino habían sentido ese fuego en el corazón que sólo Jesús era capaz de encender (Lc 12, 49).
Se levantaron “al momento, se volvieron a Jerusalén” (v.33). Ya no les importó que fuera de noche, que fuera peligroso recorrer aquellos caminos oscuros. Ellos llevaban el corazón ardiendo y esa luz bastaba y sobraba para alumbrarse el gozoso camino. Personalmente me los imagino incluso corriendo, a la luz de la luna, sin importarles que sea de noche porque estaban urgidos de llegar a compartir la Buena Nueva con los demás.
En nuestra vida hay un a.C. (antes de Cristo) y un d.C. (después de Cristo), y no me refiero a cómo se marca el tiempo en el calendario, sino a lo que nos sucede cotidianamente.
La invitación final es a ponernos en camino, iluminados por el encuentro con el Señor Resucitado y animados por el protagonista de la misión, el Espíritu Santo. Salgamos con los corazones ardientes, los ojos abiertos y los pies en camino, para que otros corazones puedan arder con la Palabra de Dios, abrir los ojos a Jesús Eucaristía, invitando a todos a caminar en el amor, la paz y la salvación que Dios, en Cristo, ha dado a la humanidad.
Recuerda lo que dijo el salmista:
“Al ir, iban llorando, llevando la semilla, al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.” (Sal 126, 6).
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