Por: Manuel Acevedo | Misionero Laico
Durante el tiempo de Pandemia, el pueblo de Dios ha vivido un GRAN AYUNO EUCARISTICO, sacrificando el encuentro con los hermanos, con el Señor, la escucha de la Palabra, la comunión, experimentando muchos fieles que sin el domingo no se puede vivir. Poco a poco vamos llegando a la normalidad con la baja de los casos de Covid-19, ahora nos toca a nosotros, ¡volver con alegría a la Eucaristía!
La celebración de la Eucaristía debe ser esa acción en la que los fieles participamos con el espíritu y también con el cuerpo, pues así lo invita la naturaleza de la acción sacramental.
Durante la celebración son abundantes los gestos del que preside la celebración, de los ministros y de la misma asamblea.
El Presbítero
- El Presbítero (comúnmente lo llamamos “sacerdote” o “padre”), está llamando a presidir la asamblea congregada para celebrar la Eucaristía, haciendo las veces de Jesús.
- No celebra la Eucaristía para El mismo, sino como “cabeza” de un pueblo celebrante. Por eso deberá esmerarse por prepararse debidamente, mirando más el bien espiritual de la asamblea que sus preferencias personales.
- En medio de la asamblea celebrante, la acción del Presbítero se centra en:
- el anuncio del evangelio,
- la celebración del sacrificio del Señor,
- el servicio de hacer sensible para la asamblea, la presencia del Señor.
Él, también como CRISTIANO que es, tiene una participación personal: “da a sus hermanos el pan de la vida eterna y participa del mismo con ellos”
Él está ligado al Obispo, a quien hacer presente, él es el ministro y sirve al pueblo, haciendo que éste tenga la presencia del Señor en el pan de la Palabra y en el Pan Eucarístico. Él mismo, por su función, es signo de la presencia de Cristo. Es cristiano y toma parte, con sus hermanos, en el pan de la vida eterna.
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